Lo chinos consideran el respecto filial como responsabilidad includible. Ellos confían en que sólo quienes cuidan y aman esmeradamente a sus padres pueden ser honrados y comprometidos con el ser humano, y deben estar agradecidos por los favores recibidos. En la antigua China
circulaban 24 cuentos sobre el tema.
Uno de estos relatos trata de Liu Heng, el emperador Wendi de Han, conocido por su piedad filial. Durante los tres años en que su madre estuvo enferma, no dejó de velar por ella. Probaba las sopas medicinales antes de que la enferma las hebiera. En sus 24 años de reinado, hizo mucho hincapié en el protocolo, la cultivación moral y el desarrollo agrícola. Gracias a su buen gobierno, la dinastía Han del Oeste se mantuvo estable, en medio de la recuperación y desarrollo económicos. Junto con el reinado del emperador Jingdi de Han, recibe el sobrenombre de ¨administración de Wen y Jing ¨.
Otra historia cuenta de Lu Ji, del Periodo de los Tres Reinos ( 220 – 280). A los 6 años, Lu Ji acompañó a su padre, Lu Kang, a visitar al famoso general Yuan Shu. El general les obsequió unas naranjas. Lu Ji cogió dos y las metió en su bolsillo. Al despedirse del general, las naranjas se salieron del bolsillo y cayeron al suelo. Yuan Shu le preguntó: ¨Habías comido naranjas ya . ¿ Por qué llevas naranjas al salir de mi casa?¨ Lu Ji contestó: ¨A mi mamá le gustan mucho las naranjas. Quiero dárselas¨. Yuan Shu quedó sorprendido y emocionado por la piedad filial del pequeño.
Aunque la imaginación popular suele alimentar las leyendas, la virtud de la piedad filial es parte de la formación moral de los chinos.